Recuerda que cuando los niños juegan no pierden el tiempo ni molestan.
Divertirse interpretando roles permite a los niños que su creatividad se expanda y les ofrece un mundo de imaginación que puede proyectarse a la realidad.
Son las 9 de la mañana, y, como todos los sábados, se oyen pasos y bulla en el piso de arriba. Un par de niños ríen, corren, saltan, se divierten; de pronto se escucha el mismo grito de siempre: “cómo molestan ustedes, me aburre que solo quieran jugar. Dejen de perder el tiempo”. Silencio total.
En ese entonces, mis vecinos no tendrían más de 7 años. Eran un niño y una niña cuyos rostros no recuerdo bien, pues han pasado por lo menos 20 años; sin embargo, pienso en ellos al escuchar esta frase: “los adultos tenemos que entender que cuando un niño está jugando no molesta”. Los invitamos a utilizar otras palabras.
Los niños curiosean, y cuando lo hacen generan la apertura de su sistema nervioso, que les permite fortalecer todas sus capacidades, les ayuda a relacionarse con los otros. En términos de hoy, les permite ser buenos ciudadanos”, señala el psicólogo Emilio Espejo, asesor de la Corporación Juego y Niñez.
Para este profesional es relevante que los adultos nos preguntemos qué noción tenemos del tiempo y qué significa perderlo, porque reírse, ‘explorar otros mundos’, jugar a ser otras personas y hacer actividad física no es perder el tiempo. Todo lo contrario, es una inversión de tiempo en la maduración cerebral y el desarrollo motor, físico, emocional y ético. Propósitos ligados directamente a la crianza, la cual impone retos a los adultos para que innoven en la manera de cumplir esta misión y no repitan los errores de las generaciones anteriores.
En su concepto, la falta de crianza con juego –como la que tuvieron mis vecinos y muchos de los adultos– es la razón por la cual actualmente es frecuente que no se respeten los turnos y se premien los atajos, la falta de méritos y la ‘viveza’.
Precisamente, desde hace un par de décadas en países desarrollados, muchos años más existen en el mundo movimientos con la misión de hacer entender a los padres de familia, abuelos, educadores y, en general, a los adultos a cargo del cuidado de los niños que la crianza consiste en jugar con ellos y en dejarlos jugar a lo que bien tengan, especialmente cuando se trata de menores de 7 años.
“Es así porque muchos de los mecanismos relacionados con los vínculos se desarrollan en los primeros años de vida y están influenciados de manera positiva por el juego. En las construcciones que algunos autores llaman desarrollo moral, y que se refieren a los valores, al respeto de reglas y normas, el juego tiene un papel fundamental”, complementa el psicólogo Marlon Darío Pachón.
Según estos expertos, es relevante que los adultos comprendan que la crianza de los niños consiste en protegerlos, pero también en brindarles los soportes que requieren para su desarrollo emocional, social, físico e intelectual, tarea que se logra a través del juego.
Que vuele la imaginación
Los psicólogos y pedagogos señalan que los padres educamos a los hijos para que, además de ser buenas personas, sean seres felices, y en esa misión el hecho de que sean profesionales exitosos tiene mucho peso; sin embargo, no estimulamos el elemento clave para conseguirlo: la imaginación, la creatividad.
“Con el juego los niños son capaces de crear mundos posibles, alternativas de realidad distinta, y los que logran mantener eso al crecer son los grandes científicos, artistas, músicos. Son quienes consiguen las obras que nadie imaginó antes”, indica Pachón.
Miguel Gutiérrez-Peláez, director del programa de psicología de la Universidad del Rosario, lo explica de otra manera: “A nivel clínico es inquietante un niño que no juega, porque con el juego se despliega una zona intermedia del ser humano que permite desarrollar la creatividad, que después se traducirá en ciencia o arte, o en cualquier otra cosa. El juego permite esa zona intermedia que se llena de posibilidades”.
¡Jueguen a lo que quieran, pero háganlo!
En la actualidad se está promoviendo que los niños “jueguen en libertad”, que no es otra cosa que jueguen a lo que quieren, sin límites ni condiciones. Un elefante puede ser rosado, las nubes pueden estar en la tierra y los peces, volar por el cielo. Lo único que no se puede permitir son los juegos que denigran de las niñas o de los niños, que perpetúan la inferioridad o que mantienen la idea de que unos juegos son para niñas y otros para niños.
Los juegos no se deben satanizar ni imponer. Este es el mensaje de pedagogos y psicólogos, que hablan de un tema trascendental en la crianza y la educación de los niños. “El juego se vive, no se lo cuentan a uno". La recomendación para los papás es que jueguen y no siempre con juguetes, y que piensen que el juego no es solo transformador para los niños, también lo es para los adultos”, agrega Pachón.